La madrugada del domingo, el oriente cubano se vio sacudido por un poderoso terremoto de magnitud 6, seguido por una réplica aún más intensa que alcanzó 6.7 en la escala de Richter. Los sismos, que tuvieron lugar cerca de las 10 de la mañana y 11:46 a.m., respectivamente, impactaron principalmente en la provincia de Granma, específicamente en las cercanías de los municipios de Pilón y Bartolomé Masó. Según el Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (CENAIS), el primero se localizó a 32 kilómetros al sureste de Pilón, a una profundidad de 10 kilómetros. A pesar del fuerte impacto, las autoridades han reportado principalmente daños materiales, siendo el municipio de Pilón el más afectado. Habitantes de otras provincias, como Las Tunas y Guantánamo, también sintieron el temblor. Enrique Diego Arango Arias, jefe del Servicio Sismológico Nacional, aseguró a través de redes sociales que no es probable la ocurrencia de tsunamis en la región.
El reciente terremoto se agrega a una serie de desastres naturales que han afectado a Cuba este año, incrementando las dificultades para una población ya en crisis. Semanas antes, el huracán Oscar causó devastación en la misma región oriental, dejando a decenas de familias sin hogar y reportándose más de 20 personas como desaparecidas. Además, el huracán Rafael desató su furia en la zona occidental del país, causando colapsos en el sistema eléctrico que dejaron a gran parte de la población sin luz por casi cuatro días. Estos fenómenos naturales destacan la vulnerabilidad del país ante eventos sísmicos y meteorológicos, subrayando la necesidad urgente de mejores infraestructuras y preparación para desastres. Mientras tanto, las comunidades afectadas luchan por recuperarse en un contexto ya marcado por la escasez y la incertidumbre prolongada.
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