Los incendios forestales que azotan España este verano, como los que afectan a Tarifa, Ourense y Madrid, se presentan en un contexto de ola de calor, generando preocupación a pesar de que las cifras indican que 2025 no está siendo un año particularmente devastador en comparación con la media histórica. Hasta principios de agosto, se han calcinado casi 40.000 hectáreas, un 9% más que en 2024, pero aún por debajo de las 62.000 hectáreas esperadas en esta época. Sin embargo, la calidad y destructividad de los incendios aumentan debido a un «latigazo hidrometeorológico», donde las abundantes lluvias de la primavera han permitido un crecimiento excesivo de matorral, que luego, bajo condiciones de sequedad y calor extremo, se convierte en un «combustible fino» que propicia la rápida propagación del fuego.
Expertos advierten que, aunque se cuentan con mejores medios de extinción, las condiciones climáticas están cambiando, aumentando la frecuencia y gravedad de estos fenómenos. Las previsiones indican veranos más calurosos y eternos, lo que complicará la lucha contra incendios que pueden alcanzar dimensiones incontrolables. Los técnicos forestales destacan la necesidad de gestionar la vegetación y adaptar políticas medioambientales al contexto actual, así como sensibilizar a la población sobre la construcción en áreas de alto riesgo. La combinación de cambios climáticos y estructuras forestales descuidadas plantea un futuro incierto, donde los incendios de «sexta generación» podrían convertirse en una amenaza tangible, exigiendo una respuesta adecuada desde todos los niveles de la administración.
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