Una joven de 23 años, que había escapado de Kiev en 2022 huyendo del conflicto provocado por la invasión de Rusia, encontró un trágico final en su camino hacia una nueva vida en Estados Unidos. Después de completar su jornada laboral, subió a un tren con la esperanza de avanzar hacia el «sueño americano». Sin embargo, la fatalidad se cruzó en su destino cuando fue atacada por Decarlos Brown, un hombre con historial de trastornos mentales, convencido de que lo vigilaban mediante dispositivos implantados. La agresión ocurrió en presencia de otros pasajeros que, paralizados por el horror, no intervinieron para ayudarla.
El impacto del crimen provocó un sismo político y social, generando debates sobre la seguridad en el transporte público y la atención a la salud mental en Estados Unidos. La polémica se intensificó al revelarse la falta de asistencia de los testigos, planteando preguntas sobre la responsabilidad cívica en momentos de crisis. Las autoridades enfrentan críticas y se exige una revisión de las políticas de prevención y protección para evitar que tragedias como esta vuelvan a suceder. La historia de la joven ucraniana se ha convertido en un recordatorio desgarrador de las complejas realidades que afectan a quienes buscan refugio y nuevas oportunidades lejos de sus países de origen.
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