El intento de control migratorio del Ministerio del Interior español liderado por Fernando Grande-Marlaska fracasó estrepitosamente durante la madrugada del pasado lunes en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. El plan era deportar a 50 inmigrantes ilegales a Marruecos, pero 39 de ellos rechazaron embarcarse, ejerciendo presión sobre el piloto de la aeronave, quien se negó a volar bajo esas condiciones. Los 11 restantes que sí abordaron fueron devueltos a España por Marruecos apenas aterrizaron en suelo marroquí. Ninguno de los 50 inmigrantes fue finalmente expulsado, revelando así la ineficacia de la operación y el empleo innecesario de recursos humanos y materiales.
Este reciente episodio de descontrol migratorio no es aislado, según fuentes policiales y del aeropuerto. Inmigrantes ilegales que solicitan asilo en España utilizan tácticas repetitivas de solicitud de asilo o, en el último momento, se niegan a embarcar en vuelos de repatriación organizados por el ministerio, lo que casi siempre resulta en su regreso a las salas de asilo que ya están saturadas. La Fiscalía de Madrid ha destacado en su última memoria anual un aumento considerable de migrantes indocumentados llegados de forma incontrolada al país, lo que está colapsando no solo el aeropuerto sino también los recursos de acogida disponibles. Así, las autoridades españolas enfrentan un reto creciente en la gestión de la inmigración irregular y la proliferación de solicitantes de asilo.
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