Las relaciones diplomáticas entre China y Japón se encuentran en un punto crítico tras los comentarios de la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, sobre la cuestión de Taiwán, que han escaldado las tensiones ya preexistentes entre ambos países. Pekín ha considerado las declaraciones de Takaichi, calificando un posible intento de China de bloquear o apoderarse de Taiwán como «una amenaza existencial» para Japón, y justificando un potencial despliegue de sus fuerzas armadas, como un ataque directo a su política de una sola China, en la que considera a Taiwán como parte inalienable de su territorio. En respuesta, China ha realizado maniobras militares en el mar Amarillo y ha convocado al embajador japonés, mientras que Japón ha advertido a sus ciudadanos en China que extremen precauciones por su seguridad.
El impacto de esta disputa se ha sentido en diversos sectores, incluyendo el turismo y los intercambios culturales. Se han cancelado vuelos y suspendido la venta de paquetes turísticos de China a Japón, paralizando el flujo de turistas chinos, quienes constituyen una gran parte del mercado turístico japonés. Además, se han pospuesto eventos bilaterales como el Foro Tokio-Pekín, y la tensión ha afectado incluso el estreno de películas japonesas en China. En un intento por mitigar las tensiones, Japón ha enviado a un alto funcionario a Pekín para dialogar, aunque todavía no se han revelado resultados concretos de estos esfuerzos diplomáticos. Este deterioro en las relaciones refleja una acumulación de desconfianzas históricas y disputas territoriales que se han visto reavivadas bajo el liderazgo de Takaichi, quien aboga por una política exterior firme y un aumento del gasto militar.
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