El reciente anuncio de los ganadores del Premio Nobel de Economía del 14 de octubre confirmó lo que muchos en el ámbito académico esperaban. Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson han sido galardonados por su innovadora investigación sobre las causas del éxito y fracaso de las naciones, desafiando nociones tradicionales que atribuyen estos fenómenos a factores geográficos, culturales o históricos. Su obra clave, «Por qué fracasan los países», expone con claridad cómo las estructuras institucionales, más que cualquier otro factor, determinan si una sociedad progresa o decae en la pobreza. Al resaltar que las élites extractivas pueden frenar el desarrollo, han abierto un debate sobre las verdaderas bases de una economía inclusiva y han generado polémica sobre sus provocadoras tesis.
En el contexto actual, con Estados Unidos en un periodo electoral crucial, las reflexiones de Robinson cobran especial relevancia. En una conversación reciente, Robinson expresó su preocupación por la creciente desigualdad y la erosión de la fe en las instituciones en Estados Unidos, comparando ciertos intentos políticos con una «latinoamericanización» de la nación. En las elecciones presidenciales que enfrentan a Donald Trump y Kamala Harris, Robinson ve una encrucijada para el país: el riesgo de instituciones más extractivas y una fractura en la cohesión social. Destaca que, aunque tanto demócratas como republicanos abordan temas similares, la diferencia radica en la implementación sensible de políticas que afectan a la economía y la unidad nacional. La polarización política, advierte, podría desembocar en una serie de disputas legales post-elecciones, desafiando la estabilidad de uno de los sistemas democráticos más influyentes del mundo.
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