Israel ha ejecutado al líder de la organización terrorista Hezbolá, Hasan Nasralá, junto con gran parte de su cúpula operativa. El operativo, denominado «Nuevo Orden», destacó por su precisión y efectividad, similar a la anterior «Operación Beeper». Bajo la dirección de Nasralá, Hezbolá se involucró en diversas actividades ilícitas, incluyendo el narcotráfico y el lavado de dinero en América Latina, además de mantener lazos con grupos como las FARC y operar desde Venezuela. Nasralá también fue responsable de múltiples ataques y asesinatos a nivel global, incluyendo su participación en la masacre de la oposición en Siria, colaborando con Rusia y el régimen de Al-Assad. Su muerte representa, según algunas fuentes, un respiro en la lucha contra la inestabilidad en Oriente Medio, aunque su sustituto, Hashem Safi al-Din, podría enfrentar el mismo destino si continúa con la línea agresiva de su predecesor.
Además de la eliminación de Nasralá, Israel ha intensificado su ofensiva contra otras figuras claves en la región, incluyendo al líder de Hamás en el Líbano, Fateh Sherif. Estas acciones han revelado una supuesta complicidad entre Naciones Unidas, Hamás y Hezbolá, pues Sherif tenía vínculos directos con la UNRWA. La ONU ha sido criticada por no evitar que sus instalaciones sean utilizadas por terroristas y por no prevenir ataques contra Israel. En respuesta a la ineficacia de la ONU y para proteger su territorio, Israel planea establecer una franja de seguridad en el sur del Líbano, asegurando que sus ciudadanos desplazados en el norte pueden regresar con seguridad. La situación subraya la complejidad y la persistente inestabilidad en Oriente Medio, con Irán como uno de los principales impulsores del conflicto.
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