En un giro drástico que ha paralizado a la administración pública, cientos de miles de funcionarios han sido enviados a casa sin sueldo tras el colapso de las negociaciones entre demócratas y republicanos. Esta situación ha llevado al cierre de todos los servicios gubernamentales, excepto aquellos considerados esenciales, provocando incertidumbre y preocupación entre los trabajadores afectados y la ciudadanía en general. La falta de acuerdo en el presupuesto federal ha puesto de manifiesto las profundas divisiones políticas que impiden un consenso, afectando directamente a millones de personas que dependen de los servicios gubernamentales para sus necesidades diarias.
El impacto del cierre se siente en todo el país, desde instituciones culturales hasta parques nacionales, mientras que sectores críticos como la defensa, el control aéreo y la atención médica básica permanecen operativos. Este estancamiento no solo tiene implicaciones económicas significativas, sino que también subraya la creciente polarización dentro del sistema político estadounidense. Las autoridades enfrentan la presión de resolver rápidamente el impasse para mitigar el daño económico y restaurar la confianza del público en el gobierno. Entretanto, el futuro de innumerables empleados federales y la estabilidad de los servicios públicos penden de un hilo.
Leer noticia completa en El Mundo.