Cuatro meses después de la devastadora dana que azotó la provincia de Valencia el 29 de octubre, causando la muerte de 227 personas, las asociaciones de damnificados se congregaron para una manifestación multitudinaria en el centro de Valencia. Los manifestantes exigieron la dimisión de Carlos Mazón, presidente valenciano, a quien acusan de incompetencia en la gestión de la emergencia. La protesta atrajo a cerca de 30,000 personas según cifras del Gobierno, aunque la Policía municipal reduce esta cifra a 16,500. La marcha, que comenzó en la estación de trenes de la capital y se extendió hasta la Plaza de Porta de la Mar, fue una muestra del creciente descontento social y la presión sobre Mazón, cuya gestión ha sido objeto de críticas debido a la tardía reacción ante la riada y la insuficiencia de las medidas de prevención y alerta. A lo largo del recorrido, los asistentes, entre ellos familiares de las víctimas y representantes de las asociaciones de damnificados, llevaron pancartas con mensajes de indignación, afirmando que la tragedia podría haberse evitado con una alerta a tiempo.
La reciente movilización se produce en un contexto donde Mazón enfrenta múltiples desafíos tanto políticos como sociales. Nuevos datos revelaron que el presidente llegó al Centro de Coordinación Operativo Integrado (Cecopi) tres horas y media después del inicio de la emergencia, momento en el cual muchas muertes ya habían ocurrido. A pesar de las crecientes demandas para que asuma su responsabilidad y renuncie, Mazón se ha mantenido firme, culpando a organismos del Gobierno central por el retraso en la alerta. La presión se ha intensificado también desde el ámbito político, con el Partido Socialista exigiendo su dimisión, mientras el Partido Popular, dirigido a nivel nacional por Alberto Núñez Feijóo, enfrenta críticas por su respaldo continuado a Mazón. La protesta terminó con un minuto de silencio por las víctimas y el simbólico sonido de alarmas de móviles, recordando la tardía alerta oficial, subrayando así un dolor persistente y una demanda de justicia que no se ha apagado.
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