La inversión en educación es considerada crucial tanto a nivel individual como social, ya que constituye la base para una mayor capacitación de los estudiantes y, a largo plazo, contribuye a la prosperidad económica. Sin embargo, se critica que las políticas educativas actuales no se alinean con los principios fundamentales de financiar a estudiantes talentosos sin recursos, fomentar la cultura de esfuerzo y sacrificio, y promover valores de honor y respeto. Según se observa, durante las últimas dos décadas, una actitud de «burbuja» se ha inculcado en los jóvenes, llevándolos a creer que el éxito se obtiene sin esfuerzo y derecho inherente, lo cual choca con la realidad cuando enfrentan el mundo laboral. Los jóvenes, preparados para un estilo de vida en el que se valora más el disfrute inmediato que el esfuerzo sostenido, expresan frustración al descubrir un poder adquisitivo y oportunidades mermadas en comparación con las generaciones previas.
Esta situación, según el análisis, se ve agravada por una ideología que habría promovido valores de comodidad y gratificación sin dura labor, fomentada por medios de comunicación y cambios sociales que relajan las exigencias educativas. La reducción de los estándares académicos ha conducido a una preparación insuficiente en muchos jóvenes, contrastando con la percepción de «generación mejor preparada». La propuesta de solución recae en recuperar la ética del esfuerzo y del sacrificio que caracterizó a la generación de sus padres y abuelos, quienes lograron prosperar mediante trabajo incansable y priorización del ahorro sobre el consumo. Se sugiere así un cambio en la mentalidad hacia la resiliencia y dedicación, claves para el verdadero progreso personal y, por ende, la revitalización de la economía del país, incentivando a los jóvenes a mirarse en el espejo de sus antecesores y a adoptar una ética laboral más comprometida.
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