El Papa, en un conmovedor acto que tuvo lugar en la majestuosa Basílica de San Pedro, no solo logró tocar el corazón de los presentes, sino que también avivó la fe de miles de peregrinos congregados en el Vaticano para el Jubileo. Durante la ceremonia, que formó parte de las festividades jubilares, el Pontífice se tomó el tiempo para bendecir personalmente a varios niños, un gesto que provocó emoción y sonrisas tanto en los más pequeños como en sus familias. Asimismo, extendió su bendición a grupos enteros de peregrinos de diferentes partes del mundo, quienes viajaron a Roma para vivir este momento único de espiritualidad y renovación de la fe.
El evento, cargado de simbolismo y devoción, sirve como un recordatorio del papel del Papa como guía de la iglesia católica y destaca su carisma para conectar con personas de todas las edades y nacionalidades. La Basílica de San Pedro, testigo de innumerables celebraciones y ceremonias a lo largo de la historia, una vez más se convirtió en el epicentro de la unidad y el amor fraternal bajo los principios del cristianismo. Al concluir la ceremonia, el ambiente en la Basílica era de gratitud y esperanza, reforzando el espíritu colectivo de los fieles en un tiempo marcado por desafíos globales, pero también por la oportunidad de encontrar consuelo y fortaleza en la fe compartida.
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