El partido de Carles Puigdemont, JxCat, amenazó al Gobierno de Pedro Sánchez desde el mismo día de su investidura, advirtiendo que si no se materializaban los compromisos adquiridos durante las negociaciones, reconsiderarían su apoyo en el futuro. La investidura de Sánchez dependía en parte del respaldo de partidos independentistas catalanes, lo que le otorgó a Puigdemont y su formación una posición de influencia estratégica. Esta presión política subraya la frágil estabilidad del nuevo gobierno, que enfrenta múltiples desafíos para satisfacer tanto a sus aliados independentistas como a su base política en el resto de España.
Las amenazas evidencian la compleja relación entre el Gobierno central y Cataluña, donde la demanda de autodeterminación sigue siendo un tema candente. Los analistas políticos destacan que el líder catalán busca asegurar concesiones significativas al mantener al ejecutivo bajo constante vigilancia. Mientras tanto, el entorno político en Madrid se encuentra en tensión, con Sánchez intentando equilibrar las expectativas de sus socios gubernamentales y la creciente oposición que cuestiona la viabilidad de su mandato frente a tales presiones.
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