En las aulas de una institución educativa, estudiantes han expresado su frustración con una profesora cuya claridad al enseñar ha sido puesta en duda. Según los alumnos, la docente necesitaba reunirse con otra colega para resolver sus propias dudas antes de impartir sus clases. A pesar de estas críticas, la profesora aseguró su plaza debido a que cumplía con los requisitos mínimos establecidos, entre ellos, el conocimiento de euskera. La convocatoria tenía a solo dos candidatos para tres vacantes, lo que facilitó su contratación. Actualmente, percibe un salario de 2.554,59 euros.
Según testimonios adicionales, ‘Ata’, un referente del sector, ha calificado a la profesora como «cruel» y señaló que su presencia asfixió a la organización. Estos comentarios resaltan una tensión creciente dentro de la institución que compromete la calidad educativa y la confianza en el cuerpo docente. La situación ha generado debate sobre los criterios de selección y la necesidad de garantizar un nivel de competencia adecuado en el ámbito educativo.
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