En el contexto de la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China, la Administración del Ciberespacio de China (CAC) ha intensificado las medidas contra la tecnología estadounidense. En un contundente movimiento, el regulador ha ordenado a importantes empresas chinas como ByteDance, Alibaba y Tencent que suspendan sus compras de GPUs de Nvidia, incluyendo modelos adaptados específicamente para el mercado chino, como la RTX Pro 6000D.
Esta decisión sigue al reciente veto de los chips H20 de Nvidia, marcando un nuevo capítulo en la estrategia de China para reducir su dependencia de la tecnología occidental. Las autoridades chinas justifican la medida asegurando que los procesadores de inteligencia artificial de compañías locales, como Huawei y Cambricon, ya están a la par con las versiones limitadas de Nvidia.
El mensaje detrás de estas acciones es claro: cualquier esperanza de que Nvidia reanude las ventas en China si mejoran las relaciones con Estados Unidos parece desvanecerse. La prioridad está en construir un sistema tecnológico autónomo, reduciendo cada vez más la dependencia de un hardware importado y potenciando la industria nacional de semiconductores.
En respuesta, Nvidia, pese a haber intentado mantenerse presente en el mercado chino mediante adaptaciones a las restricciones de exportación de EE. UU., enfrenta un desafío significativo. Jensen Huang, CEO de la compañía, expresó su decepción ante la situación desde Londres, recalcando la complejidad de operar en un contexto de tensiones geopolíticas.
China no solo busca independencia tecnológica en el sector de los chips, sino también en inteligencia artificial, telecomunicaciones y computación en la nube. Esto no solo presiona a las empresas chinas a buscar alternativas locales, sino que también fomenta el desarrollo de infraestructuras que podrían disminuir la dependencia del ecosistema de software de Nvidia.
Mientras el mercado chino sigue siendo uno de los más lucrativos para los procesadores de inteligencia artificial, las empresas nacionales ya están acelerando la producción doméstica de semiconductores. A largo plazo, este movimiento refuerza la intención de China de alcanzar la soberanía tecnológica en sectores críticos, enviando un claro mensaje a sus gigantes tecnológicos: apostar por la producción local es ahora una prioridad absoluta.
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