Tras diez días llenos de literatura, miles de títulos y 300 actividades, culmina una Setmana del Llibre en Català marcada por su ubicación atípica y nuevas fechas, coincidiendo con las festividades de la Mercè en Barcelona. Este año, el evento se trasladó al Passeig Lluís Companys, alejándose del Moll de la Fusta, y aunque se perdió la vista al mar, se ganó en afluencia turística. La nueva ubicación ha demostrado atraer a un público más diverso, incrementando la participación y la facturación de libreros y editores, a pesar de contar con menos escenarios y actividades. La energía y el optimismo del sol acompañaron las jornadas que reemplazaron las food-trucks por la presencia de 86 casetas repletas de libros, capturando así el interés tanto de locales como de visitantes accidentales.
La Setmana, que celebra su 42ª edición, aún debate sobre su identidad futura. Con una trayectoria que ha visto múltiples cambios de sede y fechas, desde las Drassanes a la Plaça Catalunya, y luego la Catedral, se ha consolidado como un reflejo del saturado mercado editorial. Bajo la dirección de Cristina Domènech, la feria ha intentado equilibrar la exposición de novedades con la preservación de un fondo editorial más clásico, mitigando una «sobredimensión de la novedad». Sin embargo, persiste el desafío de evitar que el evento se perciba exclusivamente barcelonés y lograr una expansión real por toda Cataluña, aspirando a convertirse en la cita literaria más relevante después de Sant Jordi. Con miras al próximo año, existe la esperanza de que La Setmana pueda establecerse como un festival literario de alcance nacional, lejos de la centralización y con un entusiasmo abarcador que celebre la cultura catalana en su totalidad.
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