En un gesto poco común durante su mandato, Andrés Manuel López Obrador, a seis meses de dejar la presidencia, concedió en marzo del año pasado una entrevista al célebre programa estadounidense «60 Minutes» de CBS, anticipando el complejo escenario internacional con el regreso anticipado de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Aunque la emisión fue editada por la cadena norteamericana, López Obrador, desconfiado de los medios que a menudo tildaba de manipuladores, decidió liberar por su cuenta fragmentos que consideraba cruciales para sus propios intereses. En la entrevista, el expresidente mostró un firme rechazo a las declaraciones de Mike Johnson, entonces presidente de la Cámara de Representantes, quien insinuó que México debería someterse a las directrices de Estados Unidos. López Obrador defendió la soberanía de México, señalando enfáticamente que el país no es una colonia ni un protectorado.
La entrevista y su mensaje implícito, dirigidos esencialmente a Claudia Sheinbaum, por entonces aspirante presidencial, resonaron de manera notable en el país. Al enfrentar recientemente nuevas tensiones con Estados Unidos bajo el renacido mandato de Trump, Sheinbaum evocó las enseñanzas de López Obrador, dejando claro que, aunque el diálogo y la cooperación son fundamentales, México no tolerará la subordinación. Ante provocaciones infundadas sobre una supuesta alianza de México con cárteles, Sheinbaum respondió con medidas firmes pero equilibradas, rechazando enérgicamente cualquier infamia. El hito que marca el segundo piso de la transformación política en México indica una evolución calculada, que busca el equilibrio entre defensa nacional y la viabilidad de colaboración internacional. Los ecos de aquella botella lanzada al mar por Obrador llegaron justo a tiempo, reafirmando el compromiso de defender la dignidad del país a través de la razón y el derecho, no la fuerza.
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