En un ambiente de alta tensión, la organización de la Vuelta a España implementó medidas estrictas para garantizar la seguridad durante la contrarreloj, que incluyeron el recorte del recorrido y el aumento significativo de la presencia policial. Estas decisiones surgieron como una respuesta directa a las crecientes llamadas al boicot por parte de grupos ciclistas y aficionados descontentos. Además de las vallas adicionales que delimitaban el trayecto, el refuerzo policial se hizo notar con unidades destacadas a lo largo de todo el circuito, priorizando la protección de los participantes y el público asistente.
A pesar de las acciones precautorias durante la contrarreloj, existe una creciente preocupación por los eventos planificados en Madrid para el fin de semana, considerando el clima de malestar que persiste entre ciertos sectores. La capital española, como escenario de las etapas finales, acapara la atención no solo de los amantes del ciclismo, sino también de manifestantes que podrían aprovechar la prominencia de la competición para expresar sus demandas. La organización enfrenta el reto de coordinar una logística eficiente que asegure que la Vuelta transcurra sin incidentes mayores, tratando de mitigar cualquier interferencia que pueda surgir en medio de este contexto volátil.
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