Bajo un sol abrasador, Yusef Yahalín alimenta a sus cabras en las áridas lomas al este de Jerusalén. Su hogar, lejos de ser la Tierra prometida, consiste en chabolas dispersas sin agua corriente, situadas cerca de la carretera hacia el Mar Muerto y bajo la mirada de colonos israelíes. Una pintada en hebreo, «nekamá», que significa «venganza», adorna el lugar desde hace dos semanas. Esta área, conocida como Jan El Ahmar en árabe, se encuentra en Cisjordania, un territorio bajo ocupación israelí desde hace más de 50 años y que forma parte del Estado palestino reconocido recientemente por varios países.
En los mapas israelíes, sin embargo, Jan El Ahmar está dentro del controvertido proyecto E1, un asentamiento judío ideado en los años noventa. Durante décadas, ningún gobierno israelí había dado luz verde al proyecto debido a la presión internacional, especialmente europea, que lo veía como un esfuerzo por dividir Cisjordania y aislar Jerusalén Este, potencial capital palestina. Sin embargo, la nueva coalición de Netanyahu ha aprobado el asentamiento, impulsando rápidamente lo que estuvo pausado por años. En un reciente discurso, Netanyahu reafirmó su postura: «No habrá un Estado palestino».
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