El reciente asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, ha desatado una ola de incertidumbre y temor en la capital. Este ataque, realizado a plena luz del día en una zona céntrica, representa un desafío significativo para la administración de Brugada desde su inicio en octubre. Con aún ninguna detención realizada, la presión sobre las autoridades incrementa a medida que buscan pistas en un ambiente delictivo complejo y diversificado. El ataque muestra características de profesionalismo, sugiriendo que los perpetradores tenían experiencia en actividades criminales, aunque queda abierta la pregunta sobre qué grupo delictivo podría estar detrás de este atroz crimen.
Las cámaras de seguridad han sido clave para entender parte del recorrido del agresor, que según los reportes, había estado vigilando a las víctimas desde días antes al asesinato. Sin embargo, el flujo de información ha disminuido, un patrón observado en casos de alto impacto anteriores en la ciudad. Aunque el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha sido señalado por algunos como una posible conexión, debido a la reciente captura de uno de sus líderes en la capital, las autoridades consideran que no es necesaria una gran estructura criminal para perpetrar actos de violencia sofisticados. En este contexto, el esfuerzo se concentra en analizar los peritajes de los vehículos usados y la actividad de las víctimas, mientras la ciudadanía espera respuestas que expliquen el motivo detrás del ataque que ha reavivado el temor en la población.
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