La creciente tensión económica entre Estados Unidos y China, marcada por una serie de sanciones y restricciones comerciales, ha abierto una puerta para que Pekín fortalezca sus lazos con los países vecinos en Asia, a pesar de las continuas disputas territoriales en la región. Según informes recientes, el gobierno chino ha intensificado sus esfuerzos para consolidar relaciones a través de iniciativas de infraestructura como parte de su ambicioso proyecto de la Franja y la Ruta. Estas inversiones chinas en energía, transporte y tecnología se han convertido en un atractivo para naciones que buscan desarrollar sus economías, a menudo enfrentándose a la presión económica que imponen las políticas estadounidenses.
A pesar de las tensiones actuales, China ha logrado avanzar en su influencia regional al priorizar el diálogo y la cooperación económica sobre los conflictos territoriales existentes en el Mar de China Meridional. La estrategia de Pekín se ha centrado en resaltar los beneficios económicos compartidos y minimizar las disputas, un enfoque que le ha ganado aliados estratégicos y ha reforzado su posición en la escena internacional. Estos movimientos ocurren mientras Washington incrementa sus esfuerzos para limitar la expansión de China a nivel global, un escenario que deja a los países asiáticos buscando un delicado equilibrio entre las dos superpotencias.
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