El programa chino de influencia global se ha expandido a los cinco continentes, buscando aprovechar las tensiones generadas por la política exterior de Estados Unidos bajo la administración de Trump. Pekín ha intensificado sus esfuerzos para fortalecer su presencia económica y diplomática a nivel mundial, estableciendo lazos más estrechos a través de inversiones en infraestructuras, acuerdos comerciales y proyectos de cooperación tecnológica. Este enfoque busca llenar los vacíos dejados por el enfoque aislacionista de Washington, posicionando a China como un socio alternativo y confiable para naciones que sienten incertidumbre ante el nuevo paradigma político estadounidense.
Los analistas señalan que China está aprovechando hábilmente las grietas surgidas por la retórica de confrontación de Trump, especialmente en regiones estratégicas como América Latina, África y el Sudeste Asiático. La iniciativa de la Franja y la Ruta se presenta como un vehículo clave en esta estrategia, promoviendo un modelo de desarrollo compartido que ha atraído a numerosos países. Mientras tanto, Estados Unidos enfrenta nuevos desafíos para mantener su influencia y liderazgo global, con China estableciéndose como un actor cada vez más dominante en la configuración del orden internacional del siglo XXI.
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