El tenista alemán Alexander Zverev sorprendió al mundo deportivo tras su eliminación en la primera ronda de Wimbledon al abrirse sobre sus luchas personales ante la prensa. Conocido por mantener distancia con los medios, el actual número tres del mundo confesó atravesar dificultades emocionales y sentirse «muy solo» a pesar de su éxito profesional. Sus declaraciones reavivan el debate sobre el impacto del tenis de élite en la salud mental de los jugadores, quienes enfrentan un calendario exigente, la constante presión por resultados y la escasa conciliación entre su vida laboral y personal.
La situación de Zverev no es un caso aislado. Varios tenistas, incluidas figuras como Naomi Osaka y Andrey Rublev, han compartido problemas similares, lo que sugiere un patrón preocupante en el deporte. Incluso jugadores como Carlos Alcaraz y Àlex Corretja han hablado sobre encontrar maneras de manejar la presión, mientras que otros, como Sara Sorribes, optaron por pausas para cuidar su bienestar. La carrera del alemán, aunque adornada con 24 títulos, se mantiene aquejada por el peso de expectativas no cumplidas, evidenciando la tensión entre el prestigio del deporte y el costo personal que puede acarrear.
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