La reciente salida de Rocío Monasterio de la presidencia de Vox en Madrid ha generado «decepción» dentro del partido. Después de una década de militancia y liderazgo en la sección madrileña, Monasterio fue cesada por el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y decidió abandonar la política al no aceptar un puesto menos prominente como portavoz. Fuentes de Vox consideran que su partida se enmarca en el proceso de renovación iniciado a finales de 2022, que ya ha implicado la destitución de una treintena de figuras sin generar controversia pública. A nivel interno, la organización asegura que se mantienen fieles al interés del proyecto político, destacando las palabras de Santiago Abascal, quien señaló que Monasterio ha fallado a su compromiso con los madrileños. Sin embargo, Vox busca aprovechar esta coyuntura como una oportunidad para reforzarse electoralmente bajo el liderazgo de José Antonio Fúster, quien fue designado para suceder a Monasterio.
La marcha de Monasterio coincide con una etapa en la que Vox busca diferenciarse del Partido Popular (PP), especialmente frente a Isabel Díaz Ayuso, cuya popularidad ha eclipsado la influencia de Vox en Madrid. Vox pretende consolidarse apostando por temas que considera estratégicos, como la inmigración, tema en el que cree que puede dinamitar a Ayuso, especialmente en los barrios obreros y el conocido «cinturón rojo» de la Comunidad, donde busca captar votos preocupados por la seguridad pública y los empleos amenazados. La estrategia, descrita como «lepenista», planea emular el enfoque que Vox ha implementado en Cataluña, donde ha logrado capitalizar parte del voto en áreas más empobrecidas. Con Isabel Pérez Moñino-Aranda como nueva portavoz en la Asamblea de Madrid, la formación se plantea un enfoque renovado para intentar reposicionarse políticamente en un escenario donde el liderazgo del PP sigue siendo predominante.
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