En una era donde el estrés y las preocupaciones diarias parecen omnipresentes, la ciudadanía ha encontrado en el trote una salida resiliente y saludable. Este fenómeno ha tomado mayor relevancia en los últimos años, convirtiéndose en una práctica común entre personas de diversas edades y contextos sociales que buscan una forma de desconectar y mejorar su bienestar físico y mental. La actividad, que no requiere más que un par de zapatillas, se ha transformado no solo en un ejercicio físico, sino en un acto social y emocional, promoviendo la salud mental y creando comunidades de apoyo entre los corredores.
Las calles y parques de la ciudad se llenan de corredores a cualquier hora del día, personificando una nueva cultura urbana que prioriza el autocuidado y el ejercicio como mecanismos para afrontar los desafíos diarios. El trote no solo ofrece beneficios físicos, sino también una oportunidad para la reflexión personal y el encuentro con el entorno, convirtiéndose en una herramienta eficaz para gestionar el estrés. Este auge del running ha generado también un impacto positivo en la economía local, con un incremento significativo en la demanda de ropa deportiva y eventos relacionados, fomentando así un entorno en el que cuerpo y mente pueden respirar a ritmo constante.
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