En la última novillada de la Feria de la Comunidad de Madrid en Las Ventas, el evento dejó una estampa singular y polémica sobre la fiesta taurina contemporánea. El ambiente en la plaza fue tan extravagante como el elenco de novillos presentado, un conjunto de ganaderías madrileñas casi desconocidas y carentes de casta. Solo el tercer novillo, de Guerrero y Carpintero, mostró un comportamiento cercano al del toro bravo ideal, aunque Cid de María no logró aprovechar su nobleza encastada, ofreciendo una faena inconsistente y sin profundidad. A pesar de los esfuerzos de los toreros por destacarse, el público, compuesto en gran medida por espectadores ocasionales, pareció más impresionado por lo anecdótico que por el toreo mismo, llegando a aplaudir errores flagrantes.
La tarde estuvo plagada de momentos peculiares, como el incidente con el quinto novillo, al que el picador Juan Manuel Sangüesa no logró controlar, provocando la caída del caballo y atrayendo una ovación irónica del público. Bruno Aloi y Cristiano Torres tampoco lograron captar la emoción necesaria en sus presentaciones debido a los rivales deslucidos y sin fuerza que enfrentaron. Aloi demostró oficio, pero sin emoción frente a un torero de Ángel Luis Peña, mientras que Torres se afanó en vano con un manso quinto de Caras Blancas de Carpio. Los novilleros se enfrentaron a altos niveles de dificultad en un evento que, lejos de enaltecer la variedad, el arte y la casta, pareció subrayar la decadencia y los desafíos actuales del arte taurino.
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