Estados Unidos se prepara para una intensa jornada electoral el 5 de noviembre, cuando cerca de 244 millones de ciudadanos estarán habilitados para votar en unas elecciones que decidirán al próximo presidente entre Donald Trump y Kamala Harris. Sin embargo, el camino hacia la presidencia se extiende más allá de este día con un proceso que culmina en enero con la toma de posesión. Durante los meses venideros, las etapas clave incluyen la elección formal del presidente por parte del Colegio Electoral el 15 de diciembre y la certificación de los votos en el Senado el 6 de enero. La posibilidad de que el resultado no se anuncie inmediatamente después del cierre de urnas sugiere una competencia reñida, marcada por un sistema electoral donde el voto popular no siempre define al vencedor.
El 2024 se perfila como otro año decisivo con la renovación de los 435 escaños de la Cámara de Representantes, donde actualmente los republicanos mantienen una ligera ventaja, y la contienda por 33 escaños en el Senado, en un contexto de estrecha paridad entre demócratas y republicanos. Las elecciones también se enfocan en los denominados «estados bisagra» como Arizona, Georgia y Pensilvania, que han demostrado ser determinantes en resultados anteriores. Mientras que en 2020 Joe Biden se alzó con estos estados por márgenes mínimos, las encuestas actuales indican un escenario muy competitivo entre Trump y Harris. Tal realidad subraya la significancia de estos territorios, donde las dinámicas demográficas y sociales continúan evolucionando, manteniendo su influencia crucial en la elección del liderazgo estadounidense.
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