En las últimas décadas, la evolución humana ha sido objeto de numerosos estudios que intentan predecir cómo podría ser el futuro de nuestra especie en un mundo cada vez más dominado por la tecnología y el confort. Investigaciones recientes de la Universidad de Bath sugieren que el ser humano continuará experimentando cambios significativos en su morfología. Entre los pronósticos destaca una tendencia hacia cuerpos más delgados y altos, como consecuencia de la reducción de exigencias físicas en nuestra vida diaria. La disminución de actividad física y el hecho de que gran parte de los trabajos actuales requieren más habilidades cognitivas que fuerza, han desencadenado una pérdida de densidad muscular y ósea. Asimismo, los cambios en nuestra dieta, especialmente la incorporación de alimentos procesados, podrían derivar en el eventual desuso de las muelas del juicio.
Los cambios no se limitan al aspecto físico. Se anticipa que el cerebro humano podría reducir su tamaño sin comprometer la inteligencia, optimizándose para las nuevas exigencias del entorno digital y tecnológico. La evolución de la psique también está en el foco de los científicos, quienes predicen una mayor capacidad de adaptación social y un enfoque más acentuado en el bienestar colectivo y la salud mental. Esto podría dar lugar a sociedades menos agresivas, aunque surge la preocupación de que estos cambios podrían afectar nuestro potencial creativo e innovador, que históricamente ha estado impulsado por el conflicto y el desafío. En este escenario, se perfila un ser humano que, adaptándose a un mundo globalizado y tecnificado, desafiará sus propios límites evolutivos, marcando un futuro incierto pero lleno de posibilidades.
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