En las elecciones presidenciales de Moldavia, Maia Sandu, la líder del Partido Acción y Solidaridad, consiguió un 42% de los votos en la primera vuelta celebrada el 20 de octubre. A pesar de su clara ventaja sobre sus oponentes, Sandu no logró obtener la mayoría absoluta necesaria para evitar una segunda vuelta. Este resultado refleja una consolidación de su apoyo popular y la creciente demanda de cambio político en el país, marcado por una serie de problemas económicos y sociales. La campaña de Sandu se ha centrado en la lucha contra la corrupción y en la necesidad de implementar reformas democráticas, temas que resuenan ampliamente entre el electorado moldavo.
Con la mirada puesta en la segunda vuelta, la estrategia de Sandu parece apuntar a ampliar su base electoral y atraer a votantes indecisos y de otros partidos para asegurar su victoria. La segunda vuelta se convierte así en un escenario crítico en el que los diferentes partidos políticos deberán realinear sus alianzas y estrategias para fortalecer sus posibilidades de éxito. Este ambiente preelectoral genera un clima de expectación e incertidumbre en el que los votantes evalúan cuidadosamente las promesas y capacidades de sus candidatos para liderar el país hacia un futuro más prometedor y estable.
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