En un domingo electoral que ha captado la atención mundial, los ciudadanos alemanes acudieron masivamente a las urnas para definir el rumbo político del país con la elección de los miembros del 21.º Bundestag. Las primeras proyecciones indican que la Unión (CDU/CSU), liderada por Friedrich Merz, emergió como la primera fuerza con un 28,9% de los votos, aunque no alcanzó su objetivo del 30%. La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) logró un avance notable, alcanzando su máximo histórico con un 19,9% de los votos, una duplicación de su desempeño en 2021. La participación electoral fue extraordinaria, alcanzando un 84%, siendo la más alta desde la reunificación alemana. En este contexto, las alianzas para formar gobierno son cruciales, ya que la CDU/CSU deberá negociar con el SPD y posiblemente incluir a los Verdes o a los liberales, dependiendo de los resultados definitivos.
A la par, la polarización y la crisis económica alimentan la preocupación de ocho de cada diez alemanes, quienes enfrentan una economía estancada y un modelo productivo anticuado. La incapacidad del gobierno actual para abordar los retos emergentes ha favorecido el ascenso de AfD y un discurso más radical en los conservadores, que sintonizan con el creciente descontento ciudadano. Mientras Die Linke se posiciona como un contrapeso y logra captar el apoyo juvenil, los liberales enfrentan el riesgo de quedar fuera del parlamento. La compleja aritmética parlamentaria, exacerbada por el rechazo general a una alianza con la extrema derecha o la izquierda radical, añade otra capa de incertidumbre en un momento crítico para Alemania.
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