El trágico accidente de metro ocurrido en Valencia el 3 de julio de 2006, que cobró la vida de 43 personas y dejó a 47 heridas, sigue siendo un evento profundamente resonante en la comunidad. Aquel día, una de las víctimas fue Tony Volpi, cuyo fallecimiento interrumpió abruptamente el proyecto de vida que había construido junto a su esposa, Fernanda Vasconcelos, tras emigrar a España desde Buenos Aires en busca de un mejor futuro. Catorce años después del accidente, en 2020, se alcanzó una pequeña victoria judicial cuando cuatro directivos de Ferrocarrils de la Generalitat fueron condenados. Las víctimas, aunque aliviadas por el reconocimiento de culpabilidad, continúan exigiendo justicia y responsabilización adecuada de las autoridades por la gestión del incidente.
En un homenaje reciente en Valencia, Vasconcelos recordó aquellos tiempos difíciles de duelo y protesta, viendo paralelismos con la gestión de la riada del 29 de octubre que devastó Valencia y dejó 228 muertos. Beatriz Garrote, expresidenta de la asociación de víctimas, criticó la falta de transparencia de los organismos de emergencia y denunció la repetida falta de acción por parte del gobierno autonómico, que sigue sin dar respuestas satisfactorias. Ambos casos han llevado a las víctimas a buscar justicia fuera de España, incluso en la Unión Europea, resaltando lo que consideran una persistente negligencia gubernamental. El monumento dedicado a las víctimas del metro, con relojes marcando las 13.03, simboliza un recordatorio constante de la tragedia; sin embargo, Garrote lamenta su deterioro por falta de mantenimiento municipal, un reflejo más de lo que describe como una desatención prolongada.
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