Hace dos décadas, Carlos y Camila sellaron su unión en una ceremonia discreta en Windsor, en marcado contraste con la opulenta boda de Carlos y Diana en la Catedral de San Pablo. En aquel entonces, pocos habrían imaginado que Camila, conocida por su carácter terrenal y pragmático, acabaría siendo coronada reina, tomando el lugar que Diana había simbolizado en la imaginaria colectiva. La pareja vivió años tumultuosos que hicieron tambalear los cimientos de la monarquía británica, con escándalos de infidelidades que llenaron portadas de la prensa sensacionalista. Camila, quien había mantenido una relación de larga data con Carlos desde sus días de juventud, eventualmente se convirtió en su pareja oficial en medio de una exposición pública constante.
Recientemente, Carlos y Camila celebraron su vigésimo aniversario de bodas en un evento especial en el Palacio del Quirinal en Roma, durante una visita oficial que también sirvió para calmar las preocupaciones sobre la salud de Carlos, quien continúa atendiendo a sus deberes pese a su tratamiento contra el cáncer. Este viaje no solo fue un símbolo de su robusta relación, sino también una declaración de estabilidad y continuidad en la siempre vigilada vida de la realeza. La celebración marca un hito importante para una pareja cuya historia conjunta ha sido, a menudo, un reflejo de la adaptación y resistencia del trono británico ante las adversidades públicas y privadas.
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