La obesidad infantil se está convirtiendo en una crisis de salud pública en Europa. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que uno de cada cuatro niños de entre 7 y 9 años está afectado por esta condición. A pesar de que la epidemia muestra signos de estabilidad, las cifras siguen siendo alarmantes, con serias implicaciones para la salud futura, incluyendo riesgos de diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
El estudio destaca una preocupante «brecha de percepción» entre la realidad y la percepción de los padres sobre el peso de sus hijos. Más de la mitad de los padres con niños obesos no reconocen la gravedad de la situación, creyendo que sus hijos tienen un peso normal. Esta desconexión puede obstaculizar los esfuerzos de prevención y tratamiento temprano.
Además, hay marcadas desigualdades socioeconómicas en los hábitos alimenticios infantiles. Solo un 5 % de los niños consume la recomendación diaria de cinco porciones de frutas y verduras. Las familias con mayor nivel educativo tienden a adoptar hábitos más saludables, mientras que en hogares con menos formación es común el consumo de snacks altos en azúcar y sal.
El informe también señala que el 39 % de las familias en 18 países piden comida a domicilio al menos una vez al mes, reflejando una creciente dependencia de alimentos preparados. Las tasas de sobrepeso se estabilizan, pero las cifras tienden a crecer, especialmente en el sur de Europa, donde casi uno de cada cinco niños sufre de obesidad.
El estudio aborda asimismo la coexistencia de desnutrición y sobrepeso, denominada «doble carga de malnutrición», resaltando las desigualdades persistentes dentro y entre los países. Aunque más del 50 % de los niños acude al colegio de forma activa, el sedentarismo es alto: un 42 % pasa más de dos horas diarias frente a pantallas, cifra que se incrementa al 78 % los fines de semana.
El doctor Kremlin Wickramasinghe, de la OMS, urgió a una acción política inmediata. Propuso políticas integrales que incluyan impuestos a bebidas y alimentos poco saludables, restricciones publicitarias dirigidas a niños, etiquetado nutricional claro y la promoción de la actividad física. La situación demanda una respuesta coordinada para revertir la preocupante tendencia y proteger la salud de generaciones futuras.


