En el corazón del noroeste de Madrid, se yergue un ejemplo brillante de regeneración urbana y sostenibilidad: el parque forestal de Valdebebas-Felipe VI. Este vasto espacio verde, que alcanza más de 470 hectáreas, ha transformado antiguas áreas abandonadas en un pulmón vital para la capital.
Originalmente, el terreno fue un mosaico de eriales, zonas de cultivo en desuso y extensos vertederos. La revolución ecológica comenzó en 2002, cuando se proyectó un nuevo barrio para aliviar el creciente congestionamiento de la ciudad. El 15 de marzo de 2015, el parque abrió sus puertas, coincidiendo con la llegada de los primeros vecinos. Desde entonces, Valdebebas-Felipe VI se ha consolidado como un referente en gestión medioambiental.
El parque no es solo un espacio recreativo, sino también un refugio para la biodiversidad del centro de la Península Ibérica. Sus 32,000 árboles y 250,000 arbustos forman un ecosistema variado que incluye lagunas y humedales, hogar de aves acuáticas, anfibios y mamíferos. Sus zonas recreativas, senderos y miradores ofrecen a visitantes un abanico de actividades, desde deportes al aire libre hasta educación ambiental.
Además, destaca por su contribución a la calidad del aire y a la conservación de especies autóctonas. Con diferentes áreas paisajísticas, el parque representa cinco ecosistemas típicos de la región: Sistema Ibérico, Montes de Toledo, Sistema Central, La Alcarria y La Mancha.
No todo es naturaleza en bruto; el parque alberga también tesoros culturales, como la escultura de la Virgen del Abrazo hecha por Raúl Arévalo. La obra, tallada en un pino de 140 años, es un poderoso símbolo de reconciliación, incorporando balas de la Guerra Civil.
El Bosque de los Ciudadanos es otro aspecto único, donde madrileños pueden plantar árboles en memoria de seres queridos. Además, un intrincado sistema de arroyos y un lago artificial enriquecen la interacción con el medio ambiente.
Hoy, mientras celebra su décimo aniversario, Valdebebas-Felipe VI continúa atrayendo a miles en busca de un refugio tranquilo. Este parque es, sin duda, un lugar donde «desconectar para reconectar» con la naturaleza, una joya incrustada en el paisaje madrileño, lista para ser (re)descubierta en cada visita.
Fuente: Diario.Madrid.es