En el contexto de una contienda presidencial sumamente reñida en Estados Unidos, Roger Strouse, un cartógrafo jubilado de Ohio, ha decidido participar activamente en la campaña demócrata. A pesar de los temores respecto a la seguridad, como el que alguien los reciba con una pistola, Strouse ha apostado por el tradicional «canvassing» o puerta a puerta, una práctica profundamente enraizada en la política estadounidense. Su misión es crucial: convencer a votantes indecisos o animar a los ya simpatizantes a no dejar que sus votos se pierdan, especialmente en el estado de Maryland, donde Angela Alsobrooks enfrenta una dura carrera por el Senado. La estrategia no solo busca apoyo para la candidata, sino también fomentar el voto anticipado para evitar la desmovilización que puede surgir por las largas filas en los centros electorales el día de la votación.
Esta dinámica movilización de voluntarios, como Strouse, no es exclusiva de las juventudes políticas ni de personas con ambiciones en la política; se trata de individuos comunes que ofrecen su tiempo para una causa en la que creen. La formación previa al «canvassing» es breve pero intensa, adaptándose al contexto particular de la campaña: mientras más votantes registren su decisión anticipadamente, mejor. Roger Strouse y otros voluntarios usan una aplicación que les indica las casas que deben visitar, datos sobre los votantes y les permite reportar detalles relevantes. En esta última etapa de la campaña, la táctica se centra en asegurar que cada voto cuenta, ya que la pérdida del Senado podría significar una limitación significativa para las políticas demócratas en caso de que Kamala Harris asuma la presidencia. La prioridad final es el compromiso del votante en comunicar a otros la importancia de su participación, un esfuerzo que destaca la importancia de cada individual esfuerzo en el proceso electoral.
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