La Comunidad de Madrid es reconocida por su rica historia y sus pueblos llenos de tradiciones únicas. Entre estos, se destaca Meco, un pequeño municipio a solo 35 kilómetros de la capital española, que guarda un peculiar privilegio concedido por el Vaticano: sus habitantes pueden comer carne los viernes de Cuaresma, una excepción inusual en un país mayoritariamente católico. Este singular permiso tiene su origen en una bula papal emitida siglos atrás, debido a las influencias de Íñigo López de Mendoza y Quiñones, el segundo conde de Tendilla y señor de Meco. Este noble, en su rol de embajador ante el papa Inocencio VIII durante el reinado de los Reyes Católicos, logró establecer una estrecha relación con el Vaticano, consiguiendo favores tanto personales como para los territorios bajo su influencia.
La razón de tan excepcional concesión se remonta a finales del siglo XV, cuando la ubicación central de Meco complicaba el acceso al pescado fresco, un elemento crucial para cumplir con la tradición cuaresmal. En respuesta a esta necesidad, el conde de Tendilla gestionó ante el Papa este permiso para evitar el ayuno en la localidad. Aunque una teoría menor sugiere que fue el papa Clemente XIV quien otorgó el permiso en el siglo XVIII, lo cierto es que la historia ha convertido a Meco en un caso único en España, simbolizando su legado en una expresión local: “no le valdrá la bula de Meco”. Así, Meco no solo preserva su peculiar tradición, sino que también se erige como un ejemplo de cómo la diplomacia y el contexto histórico pueden moldear la vida cotidiana de un lugar.
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