El inicio del reparto de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, gestionado por una empresa privada respaldada por Estados Unidos e Israel, ha generado caos y controversia. En los disturbios, al menos una persona murió y más de 40 resultaron heridas por disparos del ejército israelí. La operación de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) se encuentra bajo un manto de secretismo, especialmente después de que varios residentes locales denunciaran en redes sociales que los productos distribuidos llevan sello israelí, avivando acusaciones sobre el aprovechamiento económico de la tragedia del enclave. En la Franja, donde residen 2,1 millones de personas, 470.000 enfrentan el riesgo de hambruna, según Naciones Unidas, lo que agrava la urgencia de esta operación humanitaria.
El costo de esta iniciativa es elevado, calculado en 143 millones de dólares, para alimentar a 1,2 millones de gazatíes a un precio de 1,30 dólares por comida, pero la financiación sigue siendo un misterio. Los ministerios de Defensa y Finanzas de Israel no han aclarado si el gobierno de Benjamín Netanyahu está subvencionando la operación. Sin embargo, el exministro de Defensa Avigdor Liberman afirmó que los fondos provienen del Mossad y del Ministerio de Defensa, criticando que se destinen “cientos de millones de dólares a expensas de los ciudadanos israelíes”. Esta acusación ha intensificado la controversia alrededor de una operación que ya se desarrollaba en un clima de desconfianza y crítica.
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