La celebración de los 50 años de relaciones diplomáticas entre la Unión Europea (UE) y China coincide con un momento complicado marcado por tensiones crecientes. La cumbre de alto nivel que se lleva a cabo en Pekín se enfrenta a un clima de desconfianza mutua, exacerbado por el déficit comercial, el apoyo de China a Rusia en el conflicto de Ucrania y las dificultades para acceder al mercado chino. La reunión, que cuenta con la presencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo, António Costa, ha sido trasladada a China para asegurar la asistencia del mandatario Xi Jinping, aunque se ha reducido a una sola jornada. La atmósfera de la cumbre se ve empañada por la reciente declaración del ministro de Exteriores chino, Wang Yi, sobre los intereses estratégicos de China en la prolongación de la guerra en Ucrania, lo que alimenta la percepción europea de que es difícil mantener una relación normal con Pekín.
Los desafíos comerciales son un tema central en la cumbre, ya que el déficit de la balanza comercial de la UE con China superó los 300 billones de euros en 2024, y las prácticas de dumping chino continúan generando fricciones. A pesar de las dificultades, ambos lados encuentran un terreno común en la lucha contra el cambio climático, donde se espera una posible declaración conjunta al final de la reunión. Teresa Ribera, vicepresidenta de la Comisión, resaltó «avances sustanciales» en este ámbito durante su reciente visita a Pekín. La colaboración en torno al Acuerdo de París se presenta como un punto de concordia en una relación tensa por otros frentes. En suma, aunque la cumbre no promete soluciones significativas, la disposición al diálogo en temas claves como el medio ambiente podría abrir nuevas perspectivas para el futuro de la relación entre la UE y China.
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