La empresa rusa Gazprom ha dejado de suministrar gas natural a través de Ucrania tras no lograrse la renovación del acuerdo de tránsito, inicialmente firmado por cinco años en 2020. Esta interrupción deja a Turquía como la única vía de acceso del gas ruso al mercado europeo, mientras regiones como Transnistria, en Moldavia, enfrentan una escasez crítica de calefacción en pleno invierno. Este cese simboliza el fin de una etapa compleja en las relaciones energéticas entre Rusia y Europa, enmarcadas por tensiones geopolíticas desde la anexión de Crimea en 2014 y agudizadas tras el conflicto bélico desatado en 2022. A raíz de estos eventos, la Unión Europea ha intensificado sus esfuerzos para reducir su dependencia del gas ruso, estableciendo acuerdos energéticos con países como Qatar y Estados Unidos para mantener cierta estabilidad en los precios.
A pesar de las medidas adoptadas por Europa para diversificar su abastecimiento energético, el impacto del cese en el suministro de gas ruso sigue siendo palpable. Las industrias europeas, particularmente la alemana, han registrado un aumento en los costes energéticos, lo que afecta su competitividad frente a naciones como Estados Unidos y China. Gazprom, por su parte, ha reportado pérdidas significativas de más de 6.700 millones de euros, derivadas de la reducción de compras por parte de Europa, siendo esta la primera ocasión desde 1999 que registra números rojos. Ucrania también se enfrenta a consecuencias económicas adversas, al perder cerca de 800 millones de dólares anuales en tarifas de tránsito. Moldavia, como uno de los países más afectados, se verá obligada a reducir considerablemente su consumo de gas para afrontar la crisis.
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