El líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, podría pronto realizar un llamado histórico a su organización para que depongan las armas, según medios kurdos. Este cambio se produce en el contexto de un renovado esfuerzo de paz entre Turquía y el PKK, impulsado por la inestabilidad regional derivada de la reciente caída del régimen de Bashar Asad en Siria. Aunque Öcalan lleva encarcelado desde 1999 y ya no dirige el día a día del PKK, sigue siendo una figura reverenciada por los miembros del grupo, quienes esperan una declaración suya que podría marcar el inicio de un nuevo proceso de solución. Este movimiento refleja un cambio en la política turca, ya que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan busca retomar las conversaciones con los kurdos, en un intento no sólo de parar la violencia, sino también de ganar apoyo político relevante en un contexto de gran polarización.
El pasado intento de acuerdo de paz en 2013 fracasó tras un atentado terrorista y el resurgir de la violencia en la región. Actualmente, el partido prokurdo DEM ha retomado el contacto con Öcalan, alimentando la esperanza de un posible proceso de paz. Sin embargo, las condiciones son complejas y aún se perciben resistencias dentro del propio PKK, especialmente entre sus líderes en Qandil. La posibilidad de un desarme del PKK depende de que Öcalan pueda hablar libremente con sus seguidores, algo que la cúpula considera esencial para cualquier avance real. A pesar de estas complicaciones, la importancia estratégica de la cuestión kurda para Turquía en el escenario regional y la venidera influencia política del voto kurdo, refuerzan el interés de Erdogan en resolver este conflicto de larga data.
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