La trágica excursión de Juliana Marins, una joven brasileña de 26 años, culminó en tragedia al ser localizada sin vida en el volcán Rinjani en Indonesia, tras caer por un precipicio durante su ascenso. La odisea de Marins, que viajaba sola por el Sudeste asiático, movilizó a su familia y a las autoridades brasileñas, quienes enviaron funcionarios a la isla de Lombok para supervisar el operativo de rescate. A pesar del uso de drones y la participación de un numeroso equipo de búsqueda, las condiciones climáticas adversas dificultaron el rescate, que finalmente confirmó el fallecimiento de la turista. En su memoria, las principales autoridades de Brasil, incluido el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, expresaron sus condolencias y prometieron apoyo diplomático.
Durante los cuatro días de búsqueda, la familia de Marins utilizó redes sociales para llamar la atención sobre el caso y desmentir rumores. Mientras tanto, el país se horrorizaba con otro accidente en Santa Catarina, donde un globo aerostático se incendió causando varias muertes. Juliana, quien emprendió la travesía acompañada por un grupo antes de quedar rezagada, tenía como último destino el archipiélago indonesio después de visitar Filipinas, Vietnam y Tailandia. Este desafortunado suceso resalta los riesgos del turismo de aventura sin adecuada preparación y supervisión, especialmente en entornos naturales tan exigentes.
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