En una conferencia de prensa reciente, el presidente criticó enérgicamente a los medios de comunicación y a los sectores de izquierda por sus supuestos intentos de provocar divisiones internas en su administración. Según el mandatario, estos intentos son cada vez más evidentes y poco efectivos, aludiendo a que en el pasado tales tácticas eran más sutiles y sofisticadas. En sus declaraciones, recalcó que estos agentes externos ya no tienen la capacidad de influir como antes, sugiriendo que su elección al cargo es prueba de ello. La táctica de desacreditar a los medios y a la oposición política ha sido una constante durante su mandato, consolidando una narrativa de desconfianza hacia aquellas voces que cuestionan su gestión.
Estas aseveraciones se producen en un contexto de creciente polarización política y mediática, donde el papel de los medios en la política es frecuentemente objeto de debate y controversia. La oposición ha manifestado su preocupación por lo que consideran un ataque a la libertad de prensa y un intento de distraer la atención pública de otros temas críticos que enfrenta la nación. Mientras tanto, seguidores del presidente celebran su postura combativa, interpretándola como una defensa necesaria frente a lo que ellos perciben como un periodismo sesgado. Este episodio subraya las tensiones constantes entre el aparato gubernamental y los medios de comunicación, abriendo espacio para reflexionar sobre el impacto de tales dinámicas en la democracia y la percepción pública.
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