A 88 días de la investidura de Donald Trump, el enfoque de la Casa Blanca hacia la guerra en Ucrania ha cambiado significativamente. Durante su campaña electoral, Trump prometió resolver el conflicto en «24 horas», una afirmación que ahora se revela como irrealista. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha señalado desde París que la mediación de Estados Unidos podría terminar si el acuerdo de paz no se vislumbra viable a corto plazo. En un giro notable, Trump reconoció que una resolución rápida era una promesa «un poco sarcástica» y que el conflicto es más complejo de lo que anteriormente admitió. Sus interacciones han demostrado una cercanía mayor con Vladimir Putin que con Volodímir Zelenski, generando tensiones en las negociaciones.
A pesar de las dificultades, Trump ha mantenido un tono optimista respecto al fin del conflicto, declarando su confianza en ambas partes para avanzar hacia la paz. Sin embargo, el escenario sigue siendo tenso: Estados Unidos, tras cortar temporalmente el intercambio de inteligencia con Ucrania, se involucró en conversaciones de paz que excluyeron inicialmente a Kiev. Zelenski ha criticado la falta de acción decidida para frenar la agresión rusa, mientras que Rubio, más pesimista, ha expresado que Estados Unidos no prolongará sus esfuerzos indefinidamente sin resultados. En este contexto, se espera que Putin responda a una propuesta de alto el fuego, y Trump, conocido por su afán negociador, se muestra esperanzado en una resolución favorable, a pesar de la reciente violación por Rusia de acuerdos de alto el fuego.
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