En un giro significativo en sus relaciones internacionales, el Gobierno de Carney ha decidido romper lazos diplomáticos con Bruselas como respuesta a la implementación de un «impuesto a los servicios digitales», similar al adoptado por varias naciones europeas. Esta medida ha sido interpretada por Carney como un intento de ejercer presión sobre su economía, lo que ha generado tensiones considerables entre las partes. La decisión se produce tras semanas de negociaciones fallidas, en las que el país intentó en vano que Bruselas reconsiderara su postura frente al impuesto que afectaría a las grandes empresas digitales que operan en su territorio.
Los analistas sugieren que este movimiento podría tener repercusiones en las relaciones comerciales entre Carney y las naciones europeas, además de influir en otros países que podrían estar evaluando la implementación de impuestos similares. Mientras tanto, las autoridades de Carney han manifestado que utilizarán esta ruptura como un instrumento para renegociar y fortalecer sus acuerdos bilaterales con otras economías globales que comparten sus intereses digitales. Esta estrategia se perfila como una jugada audaz en el tablero geopolítico, donde la tecnología y la economía digital se sitúan en el centro de las políticas globales.
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