La posible prohibición de ciertos productos y tecnologías en los Estados Unidos amenaza con agravar las tensiones diplomáticas con China, en un momento crítico en las relaciones internacionales entre ambas potencias. Justo antes de la investidura de Donald Trump como nuevo presidente el 20 de enero, esta medida podría desencadenar represalias comerciales y políticas por parte del gigante asiático, quien ha manifestado anteriormente su firme oposición a cualquier restricción que considere injusta. La situación genera incertidumbre en los mercados globales y añade un elemento de volatilidad a las negociaciones comerciales, que ya de por sí han estado marcadas por desacuerdos en temas como la propiedad intelectual y el acceso a mercados estratégicos.
Con la toma de posesión de Trump acercándose, analistas y líderes mundiales esperan con cautela las primeras decisiones de política exterior del presidente electo, consciente de que cualquier movimiento en falso podría afectar las relaciones internacionales de manera duradera. Mientras tanto, empresas estadounidenses con intereses en China observan la situación con alarma, sopesando los posibles impactos económicos que una escalada de tensiones podría desencadenar. En este clima de expectación, el mundo se prepara para un potencial realineamiento de alianzas y estrategias que definirá la nueva dinámica de poder global.
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