La reciente iniciativa de Donald Trump para poner fin al conflicto en Ucrania ha desencadenado una ola de reacciones a nivel internacional, especialmente en Europa. A pesar de que algunos sectores consideraban que involucrarse en discusiones de paz era esencial, las acciones de Trump han suscitado críticas entre políticos europeos y medios progresistas, quienes lo perciben como una rendición ante Rusia. Esta perspectiva se basa en el hecho de que cada intento de acuerdo es visto como una claudicación, cuando, según algunos expertos, la realidad es que el conflicto es el resultado de tensiones no resueltas desde la Guerra Fría, y la falta de una intervención más efectiva ha dejado a Ucrania en una situación delicada. Mientras Bruselas se enfoca en discursos sobre resistencia y valores democráticos, se ha señalado que ha sido incapaz de consolidar una estrategia firme, dejando que Estados Unidos y Rusia lideren las conversaciones.
Desde el inicio del conflicto, el papel de Europa se ha visto cuestionado, especialmente al observar cómo el continente ha continuado con la importación de gas ruso mientras intentaba abogar por la soberanía energética. Las acciones actuales de Trump han puesto de manifiesto la insuficiencia de las medidas europeas, dejando a la vista la percepción de que la Unión Europea ha sido un espectador pasivo en su propio vecindario. Este nuevo enfoque por parte de Estados Unidos, que también redirige su atención hacia el Pacífico y Asia, refuerza la imagen de una Europa relegada en cuestiones estratégicas globales. Mientras el mundo se reconfigura geopolíticamente, la UE arriesga quedarse al margen, mirando cómo otros delinean el futuro sin tener un asiento en la mesa de negociación.
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