El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca como el 47º presidente de Estados Unidos marca el inicio de un nuevo capítulo en la política global, caracterizado por la imprevisibilidad y el desafío a las normas establecidas. Con el mandato del trumpismo sin contrapesos hasta las elecciones legislativas de 2027, el impacto de su gobierno promete ser considerable, no solo en el ámbito nacional sino en el escenario internacional, bajo la bandera de su conocido lema «Make America Great Again». En este contexto, se destaca también una Europa que, debilitada por la falta de liderazgo y el auge de nacionalismos extremos, parece ser la única región comprometida con el orden internacional liberal. La tensión aumenta especialmente en países con movimientos nacionalistas en ascenso, mientras que en otros lugares del mundo, la figura de Trump es recibida con expectativa e incluso optimismo.
La política exterior de Trump, definida como diplomacia transaccional, apunta a priorizar los intereses estadounidenses, a menudo mediante confrontaciones comerciales y militares. Ejemplos de esta estrategia incluyen sus advertencias a Groenlandia y México, así como una presión creciente sobre la OTAN para aumentar su gasto en defensa. A nivel global, Trump continúa siendo crítico con China y Rusia, y su enfoque hacia los conflictos en Ucrania y Oriente Próximo resalta su posición agresiva y pragmática. Mientras el panorama internacional se vuelve más caótico, su administración parece desafiar la idea de un orden global basado en valores compartidos, optando por forjar alianzas de conveniencia a medida que redefine las relaciones de poder en el mundo. Esto plantea un desafío considerable para los líderes y aliados que buscan estabilidad y predictibilidad en las relaciones internacionales.
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