En un acto sin precedentes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asistió a la Super Bowl, con lo que se convirtió en el primer mandatario en ejercicio en hacerlo. Durante el evento deportivo más importante del país, Trump apoyaba a los Kansas City Chiefs, quienes no lograron su tercer título consecutivo, siendo derrotados por los Philadelphia Eagles. En su camino al estadio, Trump anunció nuevas políticas económicas, incluyendo la imposición de aranceles al aluminio y acero y la decisión de detener la producción de monedas de un centavo debido a su alto costo de fabricación. Según la Casa de la Moneda, en el año fiscal 2024, se perdieron 85,3 millones de dólares en la producción de estos centavos, lo que ha dado pie a esta medida, aunque no está claro si Trump tiene la capacidad unilateral de eliminar estas monedas, pues el Congreso establece sus especificaciones.
Más allá de los anuncios económicos, el evento estuvo marcado por tensiones políticas y sociales. Trump evitó felicitar a los Eagles por su victoria y, en su red social, se centró en criticar tanto las reglas del juego como a la artista Taylor Swift, quien fue abucheada junto a su pareja, el jugador de los Chiefs Travis Kelce. El presidente también recibió una mezcla de abucheos y aplausos, reflejando una polarización que trasciende lo deportivo. Su crítica hacia una nueva regla que busca reducir el riesgo de lesiones en el juego revela su afición por los deportes más violentos. La relación entre Trump y los Eagles ya tenía antecedentes de fricción desde 2018, cuando el presidente canceló una recepción en la Casa Blanca por las protestas de algunos jugadores contra el racismo, exigiendo un respeto más rígido durante el himno nacional.
Leer noticia completa en El Pais.