En su segundo mandato recién inaugurado, Donald Trump se ha comprometido a llevar a Estados Unidos a una nueva era de grandeza, dejando atrás lo que él llama «decadencia» actual del país. Prometiendo avances en áreas como la energía, la economía y la exploración espacial, Trump destaca su intención de superar su antiguo esplendor. En un movimiento que ha sorprendido a muchos, el presidente estadounidense no mencionó a Europa en su discurso inaugural, marcando un cambio significativo en su diplomacia. Durante su mandato anterior, había expresado su disposición a retirar a EE.UU. de la OTAN, citando la insuficiente inversión de los miembros europeos en defensa y sugiriendo que Europe debía hacerse cargo de su propia seguridad.
Las reacciones internacionales han sido mixtas frente a la nueva retórica de Trump. Líderes europeos como Emmanuel Macron han subrayado la importancia de una mayor inversión en la defensa local para reducir la dependencia de armamento estadounidense. A pesar de la falta de menciones directas, autoridades como Ursula von der Leyen y Olaf Scholz han expresado su deseo de seguir colaborando estrechamente con EE.UU., destacando el valor de la alianza transatlántica. Por otro lado, Trump no ha dejado de lado temas candentes como la migración, la seguridad en las fronteras, y el tráfico de drogas, reavivando la promesa de medidas firmes, que incluyen la militarización de la frontera sur y el combate al narcotráfico. El potencial impacto de estas acciones en el ámbito internacional, especialmente en las relaciones con los vecinos y socios estratégicos de EE.UU., es un área pendiente de desarrollo en esta nueva fase de su presidencia.
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