El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sorprendido al mundo económico al firmar un memorándum en lugar de anunciar los esperados aranceles concretos a importaciones, posponiendo las cifras exactas hasta que los técnicos del Departamento de Comercio realicen cálculos detallados sobre las importaciones de cada país en los próximos 180 días. El movimiento de Trump, percibido como una medida proteccionista y punitiva contra prácticas comerciales que considera dañinas para Estados Unidos, rompe con las normas tradicionales del comercio internacional y proyecta a la economía global hacia un contexto de incertidumbre. En medio de sus esfuerzos por equilibrar la balanza comercial y bajar impuestos internos, semanas previas ya había impuesto aranceles del 25% a México y Canadá, y del 10% a China, mientras se espera la entrada en vigor de nuevos gravámenes sobre el acero y aluminio el 12 de marzo.
El enfoque de Trump hacia los aranceles, definido por el presidente como «aranceles recíprocos», incluye tasas que integran impuestos indirectos, como el IVA europeo, justificando esta inclusión como un costo adicional para las empresas estadounidenses. Sin embargo, economistas críticos argumentan que equiparar el IVA a un arancel es erróneo porque este gravamen afecta por igual a la producción nacional y extranjera. La postura de Trump también ha identificado a la Unión Europea como un objetivo principal debido a políticas comerciales que considera injustas, como las ayudas a productos agrícolas. Además, Trump ha extendido sus amenazas a países del bloque BRICS con aranceles del 100% si manipulan el dólar. Estas acciones se proponen presionar a socios para negociar desde posiciones ventajosas, pero las consecuencias para la economía global son inciertas, con riesgos para el crecimiento económico y la estabilidad, advierten analistas internacionales.
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