En un movimiento audaz y polémico, Donald Trump ha sacudido el escenario financiero y tecnológico de Estados Unidos esta semana con el lanzamiento de su propia criptomoneda y la firma de dos decretos ejecutivos destinados a reforzar el dominio estadounidense en los criptoactivos y la inteligencia artificial. La criptomoneda de Trump ha generado miles de millones de dólares en horas, y su administración ha establecido una alianza con gigantes tecnológicos como Oracle, OpenAI y Softbank para una inversión monumental de 500.000 millones de dólares en infraestructura de inteligencia artificial. Este enfoque busca consolidar el liderazgo de Estados Unidos en ambos sectores al tiempo que promueve una política desreguladora para facilitar el crecimiento y uso de activos digitales como las stablecoins, mientras establece medidas contra la influencia de las monedas digitales de bancos centrales.
En el ámbito de la inteligencia artificial, Trump ha anulado rápidamente las políticas de su predecesor, Joe Biden, eliminando regulaciones que imponían garantías de seguridad y transparencia en el desarrollo tecnológico. La nueva orden ejecutiva busca fomentar un entorno sin restricciones, donde las innovaciones en IA puedan prosperar sin la injerencia gubernamental que, según Trump, podría obstaculizar el progreso. Esto marca un desvío significativo de la estrategia anterior, optando por una aproximación orientada al mercado que prioriza la rapidez y la eficiencia. Con la anulación de los requisitos previos que obligaban a las empresas tecnológicas a compartir detalles críticos con el gobierno, la administración Trump pretende que Estados Unidos mantenga su preeminencia global en tecnología de IA, desafiando los riesgos y preocupaciones sobre la seguridad y la ética que estas decisiones podrían conllevar.
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